Han sido muchos los especialistas preocupados por comprender el funcionamiento de nuestra respuesta sexual. Hay quienes proponen que se trata de un ciclo compuesto por una fase de deseo, otra fase de excitación y una última: la fase del orgasmo.
Otros, como Carrobles y Sanz (1991), explican que a esta última fase le sigue un periodo de resolución y uno de satisfacción. Entre las condiciones que suelen afectar la satisfacción en el ciclo de respuesta sexual humana se encuentra la dispareunia, disfunción caracterizada por la experiencia de dolor.
¿Qué es la dispareunia? Definición y causas
Dispareunia es el término que recibe la experiencia sexual dolorosa. Se define como una disfunción sexual, ya que impide o interrumpe el desarrollo de relaciones sexuales satisfactorias.
Etimológicamente quiere decir “mal coito” o “coito dificultoso”, y es un concepto acuñado en 1874 por un médico de apellido Barnes, quien buscaba describir todos los procesos dolorosos que interfieren con el coito.
Precisamente, la principal característica de la dispareunia es el dolor en la zona genital, específicamente durante el coito o en el momento previo a este. Se trata de una disfunción que pueden presentar tanto las mujeres como los hombres, siendo en estos últimos muy poco común.
Por lo anterior, la dispareunia ha sido también conocida como coitalgia, término que hace referencia a las molestias producidas antes o durante el coito. Dichas molestias pueden ser leves pero también llegar a ser muy dolorosas, impidiendo en cualquier caso disfrutar plenamente de las relaciones sexuales.
Otras formas comunes de nombrar esta disfunción sexual son “dispareunia vaginal”, “dolor sexual” en la mujer o en el hombre, o “trastorno sexual por dolor”, siendo estos últimos defendidos por varios especialistas, en contraposición con “dispareunia”.
Las causas de la dispareunia pueden ser de tipo psicológico, o bien puede producirse debido a enfermedades médicas o por los efectos de sustancias (fármacos, alcohol y otras sustancias psicoactivas). Tal como ocurre con otras disfunciones sexuales, la dispareunia puede tener causas predominantemente psicológicas, predominantemente orgánicas o mixtas.
Causas orgánicas
Entre las causas orgánicas de la dispareunia femenina, Cancelo Hidalgo y Castelo-Branco (2005) señalan alteraciones del anillo himeneal y alteraciones hormonales relacionadas con los receptores de estrógeno del tracto genito-urinario. Entre otras cosas, esto puede generar una sequedad vaginal excesiva y una modificación del pH, aumentando la propensión al desarrollo de infecciones.
Así mismo, enfermedades sistémicas pueden estar en el origen del dolor experimentado antes o durante el coito. Por ejemplo, enfermedades de tipo vascular que interfieren con la lubricación vaginal y la actividad del clítoris o traumatismos, enfermedades y fracturas de pelvis.
Por su parte, la dispareunia masculina suele presentarse durante la erección o la eyaculación, y las causas orgánicas pueden ser los espasmos de músculos perineales, infecciones peneanas y de la uretra, irritaciones o alergias en el pene y falta de elasticidad de prepucio, entre otras.
Causas psicosociales
Por su parte, los psicólogos y psiquiatras Farré Martí y Lasheras Pérez (s/a) han encontrado que la dispareunia está provocada por factores educativos, traumáticos, relacionales y psicopatológicos.
Ejemplo de los primeros es haber recibido una educación culpabilizadora o errónea sobre la sexualidad, lo cual incrementa la ansiedad y el temor hacia el coito. En cuanto a los factores traumáticos, la causa de la dispareunia puede ser haber tenido una experiencia de violencia sexual o haber presenciado alguna.
Los factores relacionales hacen referencia a los conflictos con la pareja actual o incompatibilidad sexual manifestada, por ejemplo, en poca estimulación previa al coito. Finalmente, factores como trastornos depresivos y ansiosos pueden interrumpir la satisfacción sexual causando relaciones dolorosas.
Dispareunia femenina
La dispareunia afecta aproximadamente a 10-15 % de mujeres en edad fértil que tienen una vida sexual activa. La cifra aumenta en mujeres que tienen más de 50 años, llegando a afectar hasta a 43.5 % de ellas en algún momento del ciclo vital.
El dolor propio de la dispareunia puede producirse en la entrada de la vagina o en la profundidad, y puede ser punzante o sordo. También puede haber irritación o escozor y en ocasiones puede extenderse hacia la zona baja de la espalda.
Como decíamos, las causas pueden ser predominantemente orgánicas, predominantemente psicosociales o mixtas. Las primeras están relacionadas con el aparato genitourinario femenino, y las segundas con factores educativos, experiencias previas y el estado psicológico.
Actualmente la clasificación internacional más reconocida sobre los trastornos sexuales incluye la dispareunia y el vaginismo en una categoría llamada “trastornos sexuales por dolor”. ¿En qué se parecen y qué tienen de diferente uno y otro?
¿Dispareunia o Vaginismo? Diferencias y similitudes
Tanto la dispareunia como el vaginismo son consideradas disfunciones sexuales por dolor. Ambas pueden ser de origen orgánico, psicógeno o mixto, e impiden el desarrollo de relaciones sexuales satisfactorias, especialmente en la población femenina.
No obstante, guardan algunas diferencias entre sí. Por ejemplo, la dispareunia es un poco más común en la población general, pero la consulta clínica por vaginismo es más frecuente.
Por otro lado, el vaginismo se caracteriza por un componente fóbico, es decir, relacionado con un miedo a la penetración. La dispareunia no incluye este elemento de forma tan habitual. Además, hay una diferencia con respecto al dolor y la respuesta de los músculos genitales.
Mientras el vaginismo se caracteriza por un espasmo involuntario de la musculatura inferior vaginal (lo cual impide el coito), la dispareunia es un dolor genital sin espasmo que se experimenta de manera frecuente ante el coito.
Así mismo, existen algunas diferencias con respecto a las técnicas terapéuticas que pueden ser aplicadas en cada caso.
Tratamiento de la dispareunia (masculina y femenina)
¿Qué podemos hacer para disminuir el dolor durante las relaciones sexuales? Se calcula que después de una intervención terapéutica adecuada y prolongada, el 90% de las personas con dispareunia refieren mucho menos dolor y pueden realizar el coito sin mayor problema.
Lo primero es evaluar la causa del dolor de manera que podamos acceder al tratamiento indicado. En algunos casos la dispareunia es un síndrome en sí mismo, pero en otros puede ser un síntoma de una enfermedad ginecológica.
Terapia farmacológica
Las formas de intervenir son muchas y dependen en gran medida de las causas de esta disfunción. En las causas de tipo orgánico, el tratamiento tiene como objetivo reducir la molestia a nivel físico. Por ejemplo, una dispareunia femenina de origen infeccioso tendrá que tratarse mediante la terapia farmacológica adecuada.
Por otro lado, si la causa es de tipo hormonal la disfunción puede ser tratada a base de estrógenos y en otros casos puede iniciar con el uso de un lubricante vaginal soluble en agua.
Algunas sustancias no hormonales que también se utilizan en estos casos son suplementos alimenticios de fitoestrógenos y la aplicación local de algunos aceites naturales. Aunque a veces estos mejoran la respuesta subjetiva, no siempre sucede lo mismo con la respuesta física.
Ejercicios y terapia sexual
Por otro lado, son muy efectivos los tratamientos de terapia sexual, tanto individual como en pareja. En este caso, el principal objetivo es ayudar a la persona a disfrutar la relación sexual y excitarse durante esta.
Para ello pueden realizarse desde técnicas que ayuden a modificar aprendizajes erróneos y actitudes negativas sobre el acto sexual hasta estrategias de estimulación fisiológica que ayuden a la persona a disfrutar más su sexualidad.
Algunas de las más efectivas son, por ejemplo, la autoexploración, la focalización sensorial y los ejercicios de contracción-relajación del anillo músculo pubococcigeo. En estos últimos es útil realizar acercamientos progresivos que a medio plazo disminuyan la incomodidad ante la penetración.
Realizar lo anterior no es tan complicado, siempre y cuando la persona se encuentre en un entorno agradable y de confianza. Puede hacerse a través de la inducción de tampones vaginales o bien introduciendo los dedos propios o de la pareja.
El objetivo es explorar gradualmente las sensaciones hasta alcanzar una experiencia cómoda. En las primeras etapas se recomienda evitar intentos de coito, de manera que se reduzca la ansiedad asociada a éste y aumente el deseo de llevarlo a cabo de forma indirecta, gracias a las sensaciones de placer obtenidas con los ejercicios descritos.
Así mismo es importante explorar el plano cognitivo y asegurarse de que contamos con la información suficiente sobre nuestro cuerpo y sobre el de nuestra pareja -al menos lo suficiente como para alcanzar la excitación suficiente y disfrutar las relaciones sexuales.
En este sentido, la terapia sexual también puede incluir una revisión de la información sobre las distintas posiciones de coito que brinden una mayor sensación de control por parte de la persona que tiene dispareunia.
Así pues, en conjunto, todas estas estrategias pueden ayudarnos a desarrollar relaciones sexuales mucho más satisfactorias, así como aliviar dolores y conocer mejor nuestro propio cuerpo.
Referencias bibliográficas:
- Cancelo Hidalgo, M.J. y Castelo-Branco Flores, C. (2005). Trastornos por dolor. Dispareunia femenina. Dispareunia masculina. Vaginismo. En Castelo-Branco (Ed.). Sexualidad Humana. Una aproximación integral. Editorial Panamericana: España.
- Carrobles, J. A. y Sanz, A. (1991). Terapia Sexual. Fundación Universidad-Empresa: Madrid.
- Farré Martí, J.M. y Lasheras Pérez, M.G. (s/a). Disfunciones sexuales de origen no orgánico. Trastornos femeninos. Recuperado 08 de marzo de 2019. Disponible en https://psiquiatria.com/tratado/cap_29.pdf
- Florido Navío y García García, M.J. (2007). Dispareunia. Rev Int Androl., 5(3): 258-262.
- López-Olmos, J. (2008). Dispareunia: investigación de causa física y de causa infecciosa crónica (estudio prospectivo de 4 años). Clínica e Investigación en Ginecología y Obstetricia. 35(5): 152-159.
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