Actualmente se reconocen como disfunciones sexuales muchas situaciones relacionadas con las dificultades para desarrollar actividades o relaciones sexuales satisfactorias. Algunos ejemplos comunes son la eyaculación precoz, la anorgasmia femenina o la falta de deseo sexual.
¿Cómo se tratan o solucionan dichas disfunciones? Como respuesta, muchos profesionales han ofrecido herramientas y alternativas, casi todas agrupadas bajo el nombre de “terapia sexual”. Pero, ¿en qué consiste exactamente este tipo de tratamiento?
¿Para qué sirve la terapia sexual?
A grandes rasgos, la terapia sexual es un conjunto de técnicas que promueven el desarrollo satisfactorio de las relaciones sexuales o bien del autoerotismo. Se utiliza cuando se han descartado causas orgánicas de las disfunciones de tipo sexual, pero también para acompañar los tratamientos farmacológicos prescritos cuando las causas detectadas son orgánicas.
Se trata de técnicas muy importantes ya que en muchos casos las disfunciones sexuales son de origen psicológico o, como mínimo, el estado emocional y las percepciones cognitivas de la persona influyen en el curso de una disfunción de origen orgánico.
Dicho de otro modo, la terapia sexual sirve para ayudar a una persona a disfrutar más de su sexualidad y de sus relaciones sexuales, lo cual en muchas ocasiones involucra a su pareja. Esto se aplica tanto con personas que tienen dificultades orgánicas por cuestiones de tipo psicológico, como para acompañar psicológicamente a las personas que tienen dificultades de tipo orgánico.
¿En qué consiste?
¿Cómo se hace todo esto? Muchos profesionales han desarrollado estrategias distintas y modelos muy diversos de terapia sexual. Por ejemplo, en la década de los 70’s, Masters y Johnson se consagraron como los padres de la terapia sexual debido a las investigaciones que realizaron sobre el tema.
Investigaron los cambios fisiológicos durante la excitación sexual y el orgasmo, lo cual generó mucha evidencia científica en la que actualmente se respalda gran parte de la terapia sexual.
A grandes rasgos, el modelo que desarrollaron describió por primera vez el ciclo básico de respuesta sexual humana. Consideraban que el problema no era la persona, sino los vínculos entablados. Por lo mismo, la sexualidad debía tratarse desde el vínculo de la pareja.
Más adelante se desarrollaron modelos explicativos más extensos y muy diversos; algunos incluso modificaron elementos de la respuesta sexual humana.
Otros miraron cuestiones clave que, trabajadas de manera previa a la terapia sexual en sí misma, parecían favorecer los resultados de la misma. Dichas cuestiones son, según el psicólogo y sexólogo José Antonio Carrobles, la Educación, el Permiso, las Indicaciones específicas, y finalmente, la terapia sexual. Por las siglas, se ha denominado a este modelo integrador “EPITEX”.
Modelo EPITEX: el proceso de la terapia sexual
Partiendo de considerar que la sexualidad no se reduce al acto sexual en sí mismo (al coito y a la estimulación genital), sino que tiene que ver con nuestros aprendizajes sobre el acto mismo, la terapia sexual abarca 4 niveles de intervención básicos.
En cada uno de estos se trabajan cuestiones fundamentales para el desarrollo de una sexualidad satisfactoria. Empezando por la forma en la que comprendemos nuestro problema, pasando por la educación que hemos recibido sobre éste y finalizando con una terapia intensiva, el modelo EPITEX abarca la sexualidad de una manera integral.
Dicho de otro modo, el modelo EPITEX permite explorar el origen de la disfunción sexual y actuar específicamente sobre lo que es necesario: algunas personas y parejas transitan por las 4 etapas de la intervención, mientras que otras pueden pasar sólo por las primeras.
Educación e información: el inicio (E)
Antes de comenzar cualquier terapia es fundamental saber lo que nos está ocurriendo. En este nivel previo, la terapia sexual nos puede ayudar a crear una conciencia clara y constructiva sobre el propio problema. Muchas veces, las ideas que tenemos sobre lo que son el primer obstáculo que enfrentamos para resolverlo.
De hecho, en el fondo de muchas de las disfunciones sexuales se encuentra la desinformación, junto con el hecho de ignorar que estamos desinformados. Es decir, creemos que sabemos todo lo que hay que saber sobre la sexualidad, cuando en realidad no contamos con muchos de los datos más relevantes.
En este sentido, la terapia sexual fomenta una explicación adecuada sobre el problema, lo cual genera una toma de responsabilidad realista sobre el mismo. Esto marca las primeras pautas para desarrollar estilos de vida más constructivos.
Actitudes negativas: tener permiso (P)
Una vez logrado lo anterior podemos empezar con el primer nivel de intervención. Este tendrá el objetivo de explorar la información y la educación que hemos adquirido sobre la propia sexualidad. En ocasiones, dicha información termina desarrollando actitudes negativas hacia nuestros cuerpos, hacia la estimulación y hacia el acto sexual mismo.
Además, puede pasar que la educación que ha recibido nuestra pareja sexual, así como posibles conflictos conyugales, se encuentren obstaculizando el desarrollo de relaciones satisfactorias. En este momento es fundamental contar con la participación de ambas partes, de manera que mejore la comunicación no solo sexual sino personal.
Por lo mismo, a esta fase se la conoce como “permiso”: se trata de explorar y disfrutar nuestra sexualidad sin culparnos por ello. Una vez que contamos con la información y las herramientas adecuadas, lo siguiente es tener la libertad para expresar nuestras necesidades y deseos a la pareja.
Las indicaciones específicas: los ejercicios (I)
Cuando se ha identificado lo anterior y se ha comenzado a trabajar hacia el cambio de actitudes negativas sobre la sexualidad, podemos pasar al siguiente nivel, en donde el objetivo principal es reducir la ansiedad ante los encuentros sexuales.
Ahora bien, ¿por qué es tan importante trabajar la ansiedad? Lo que han demostrado distintas investigaciones es que, mientras las personas que tienen una disfunción sexual centran su atención en la sensación ansiosa generada por el propio encuentro, los individuos sin disfunciones sexuales centran su atención en las partes erógenas de su cuerpo y las de su pareja (y por lo tanto, en las conductas de seducción y en la anticipación y la espera de placer sexual).
Trabajar la ansiedad es importante porque permite cambiar o reconducir el foco de atención hacia el disfrute del acto sexual. Por lo mismo, en este nivel es cuando comenzamos la terapia sexual basada en técnicas o ejercicios específicos, que varían según el problema por el que estamos pasando.
Por ejemplo, se pueden indicar ejercicios de entrenamiento fisiológico, y también técnicas para realizar en pareja. Algunas de las más comunes son los entrenamientos del suelo pélvico, y también la prohibición inicial del coito, de manera que se re-erotice progresivamente la relación de pareja.
Este es el primer paso de la terapia sexual en sí misma. Muchas veces, la información y la reducción de actitudes negativas no son suficientes. Y si los primeros ejercicios indicados tampoco parecen disminuir o resolver el problema, entonces nos puede ayudar la siguiente fase.
Terapia psicosexual intensiva (TEX)
Finalmente podemos llegar al cuarto y último nivel de intervención, aunque no en todos los casos resulta necesario. En este será fundamental iniciar con una terapia sexual intensiva, con base en las técnicas definidas en el nivel anterior.
En esta etapa también puede pasar que la terapia sexual sea el tratamiento complementario de otros tratamientos de tipo psicológico o de tipo orgánico (cuando en el origen de la disfunción hay alguna patología relacionada).
Algunas otras de las estrategias utilizadas en esta fase de la terapia son las actividades sexuales graduadas, la concienciación sensorial y el entrenamiento muscular vaginal.
¿Funciona la terapia sexual?
De acuerdo con la información del psicólogo Pere Font (2013), los casos de disfunciones sexuales que se resuelven de manera satisfactoria suelen haber utilizado los siguientes recursos:
- En un 40% terapia sexual, cuyo enfoque es cognitivo-conductual (modificación de actitudes y comportamientos), muchas veces aplicado de manera multidisciplinar, es decir, junto con un equipo profesional diverso.
- En un 30% se combina la terapia sexual individual con una terapia de pareja. De este porcentaje, el 10% corresponde a la terapia individual y el 20% a la terapia de pareja.
¿Qué es lo que obstaculiza todo este proceso? Según el mismo especialista, los índices de personas que se acercan a consultar a un profesional son muy bajos, comparados con la cantidad de personas que han experimentado o experimentarán alguna vez en la vida disfunciones sexuales.
No obstante, la eficacia de la terapia sexual en muchas de ellas tiene una larga historia y ha sido respaldada por muchos especialistas. Específicamente este modelo ha cobrado una gran importancia en los últimos años, ya que se considera uno de los más eficaces en el ámbito de la terapia psicosexual.
Referencias bibliográficas:
- Caterina, M. y Yulis, C. (2004). Actualizaciones en terapia sexual. Terapia psicológica, 22(2): 193-203.
- Carrobles, J. A. y Sanz, A. (1991). Terapia Sexual. Fundación Universidad-Empresa: Madrid.
- Crespi, E. (2017) Terapia sexual en pareja. Editorial síntesis: España.
- Echeburúa, E., Salaberría, K. y Cruz-Sáez, M. (2014). Aportaciones y limitaciones del DSM-5 desde la Psicología Clínica. Ter Psicol, 32(1): 65-74.
- Echeburúa, E. (1998). ¿Qué terapias psicológicas son eficaces? Un reto ante el año 2000. Revista de psicopatología y psicología clínica, 3(3): 149-160.
- Font, P. (2013). Evaluación y tratamiento de las disfunciones sexuales: un modelo de intervención.
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