Cuando hablamos sobre libido y deseo sexual pueden surgir muchas preguntas. Por ejemplo: ¿es común perder interés en el sexo? ¿Por qué algunas personas experimentan falta de deseo sexual? ¿Es algo permanente o puede tratarse de algún modo?

Para ayudar a responder estas y otras cuestiones, algunos profesionales de la psiquiatría han creado una categoría clínica llamada “trastorno del deseo sexual hipoactivo” que, como su nombre lo indica, hace referencia a la pérdida del interés por mantener una vida sexual activa.

¿Qué es el Trastorno del deseo sexual hipoactivo (TDSH)?

El trastorno del deseo sexual hipoactivo es la falta de ganas de participar en relaciones sexuales debido a la inhibición del deseo sexual. Dicho de otro modo, se da cuando una persona presenta muy poco o nulo interés en mantener relaciones sexuales y esto la lleva a experimentar un malestar significativo, especialmente en el contexto de pareja.

La falta de interés sexual no sólo se manifiesta en relación al coito, sino que la persona puede perder parcial o totalmente los pensamientos, sensaciones o fantasías relacionados con el sexo.

Naturalmente este desinterés lleva a una baja motivación por generar encuentros sexuales o responder a éstos. En consecuencia el TDSH puede ser una fuente de ansiedad, sobre todo cuando se tiene una relación de pareja en la cual la otra persona espera que sucedan encuentros sexuales.

En este sentido, el TDSH se diferencia de la “aversión al sexo” en que esta se caracteriza por una sensación constante de miedo que impide desarrollar relaciones sexuales satisfactorias. Aunque su origen es el miedo y no el deseo sexual inhibido, una aversión sexual puede derivar paulatinamente en una disminución considerable de la libido.

Causas de la falta de deseo sexual

¿Por qué alguien pierde el interés en el sexo? De acuerdo con Carrobles (1991) y Cabello (2007), las causas de la inapetencia sexual pueden ser tanto orgánicas como psicológicas, siendo estas últimas las que se presentan con mayor frecuencia.

Entre las orgánicas encontramos algunos trastornos endocrinos, renales y neurológicos, o periodos normales del ciclo de vital relacionados con fluctuaciones hormonales. También el consumo de sustancias psicoactivas como el alcohol y los psicofármacos pueden provocar una falta de deseo sexual.

Las causas de origen psicológico incluyen inconformidad sexual con la pareja, bajos niveles de autoestima relacionados con el descontento hacia la propia apariencia física, estados depresivos, ansiedad relacionada con experiencias previas o consecuencias a futuro, la monotonía y la rutina en la pareja, e incluso el desconocimiento, los prejuicios o la desinformación sobre la sexualidad.

Aunque todas estas son causas que pueden presentarse tanto en hombres como en mujeres, puede haber algunas variaciones importantes respecto a los orígenes de la falta de deseo sexual relacionadas con el género.

Falta de deseo sexual en mujeres

El género ha sido considerado un determinante social muy importante para comprender el deseo sexual hipoactivo en las mujeres. La falta de deseo sexual es la más común de las disfunciones sexuales femeninas y la presentan entre un 5.4% y un 13,6% de las mujeres de todas las edades.

Esta disfunción se asocia a disminución del deseo, baja motivación ante el acto sexual, reducción de la excitación (y por lo tanto de la lubricación vaginal) y de la capacidad para experimentar orgasmos.

Todo lo anterior puede estar relacionado con enfermedades o con estados o condiciones psicológicas, aunque no necesariamente. Como en el caso de otras disfunciones sexuales, el deseo sexual hipoactivo puede ser situacional (si aparece sólo ante ciertos estímulos o parejas) o generalizado (bajo cualquier circunstancia).

Tal como se ha explicado en múltiples investigaciones, algunas mujeres han expresado que la motivación para tener relaciones sexuales muchas veces no está tan relacionada con satisfacer una necesidad o deseo sexual propio, sino que tiene que ver con la cercanía emocional hacia la pareja, con aumentar la sensación de ser atractiva o ser más atraída, y con aumentar el sentido propio de bienestar.

Esto último, aunado a ideas y prejuicios sobre el atractivo y la sexualidad femenina, representa un obstáculo para contactar con las propias necesidades o deseos sexuales y por lo mismo satisfacerlas.

En el mismo sentido, es muy común que las mujeres no siempre estén preparadas para comunicar sus necesidades sexuales a la pareja, lo cual aumenta las posibilidades de desarrollar un deseo sexual inhibido.

Por otro lado, la falta de deseo sexual en las mujeres ha sido relacionada con factores como la menopausia y las variaciones hormonales que implica, con algunos problemas de la tiroides, con la incontinencia urinaria, con estados depresivos y los fármacos que suelen recetarse en estos casos, o con la fatiga asociada a la multiplicidad de tareas, por mencionar algunos.

El deseo sexual inhibido en hombres

El deseo sexual inhibido es mucho menos común en hombres que en mujeres, y ha sido además mucho menos estudiado. De acuerdo con la Federación Europea de Sexología (en de Dios Blanco, Duany Navarro y Rojas Zuasnábar, 2016) la falta persistente de deseo sexual se presenta únicamente en un 1.6% de hombres de entre 16 a 44 años de edad.

Entre las causas se encuentra el climaterio masculino, que es el periodo de declinación parcial de andrógenos que acompaña el envejecimiento. Además, la disminución del deseo sexual en hombres se ha estudiado en relación con la disfunción eréctil.

También está relacionado con causas médicas como hipotiroidismo, tumores hipofisarios, enfermedades autoinmunes, trastornos hepáticos crónicos y trastornos relacionados con el consumo de alcohol.

Por ejemplo, un estudio con 27 hombres que tenían alcoholismo y que estaban en tratamiento de deshabituación en el Hospital Psiquiátrico de la Habana (De Dios Blanco, Pérez y Aliocha Batista, 2011), encontró que el deseo sexual hipoactivo y la disfunción eréctil eran las dos principales disfunciones sexuales en hombres.

Tanto en hombres como en mujeres, algunas de las causas de origen psicológico van desde educación sexual restrictiva, baja autoestima, experiencias previas de abuso y orientación sexual no aceptada, hasta exceso de estrés laboral, económico o familiar.

Tratamiento de la inapetencia sexual

Tal como ocurre con otras disfunciones sexuales, el deseo sexual hipoactivo se puede tratar a partir de varios enfoques. Las principales son la terapia o tratamiento hormonal, el psicofarmacológico y el psicológico.

Tratamiento hormonal

Uno de los tratamientos principales para el deseo sexual hipoactivo -aunque también ha sido una de las estrategias más controvertidas por sus implicaciones médicas– es el tratamiento hormonal, basado especialmente en la administración de testosterona.

Aunque este puede ser efectivo a corto plazo, también puede tener consecuencias indeseables a largo plazo.

Tratamiento psicofarmacológico

El tratamiento psicofarmacológico, como su nombre lo indica, implica la administración de medicamentos que actúan sobre el sistema nervioso central. Un ejemplo es la flibanserina, un fármaco originalmente estudiado para el tratamiento de la depresión cuyos efectos en neurotransmisores como la serotonina han resultado efectivos para favorecer el deseo sexual.

Pero, ¿los fármacos o las hormonas son el tratamiento indicado en todos los casos? Este tipo de tratamiento no se recomienda en todos los casos -por ejemplo si lo que está causando la falta de deseo sexual es una discrepancia sexual en la pareja.

A veces pasa que uno de los dos tiene más deseo sexual que la otra persona, pero esa otra persona tiene un deseo sexual normal o estable. Es importante diferenciar cuando el malestar asociado a la disminución de la líbido está más relacionado con una presión externa que con el propio deseo sexual.

La terapia psicosexual

El tratamiento psicológico del TDSH incluye la terapia sexual y la terapia de pareja, principalmente. Esta forma de tratamiento es la más indicada cuando la causa del deseo sexual hipoactivo es predominantemente psicológica.

Las aproximaciones desde la terapia sexual y la terapia de pareja son muchísimas. Por ejemplo, Carrobles (1991) propone comenzar por analizar la educación recibida sobre la sexualidad, ya que la desinformación puede encontrarse en el fondo de las disfunciones sexuales. Esto implica la modificación de creencias o pensamientos erróneos sobre la actividad sexual.

Una vez identificado lo anterior, es posible modificar las conductas y actitudes negativas o perjudiciales sobre las prácticas sexuales. Esto es fundamental en el contexto de pareja, ya que incluye educación sexual relacionada con el consentimiento.

Cuando lo anterior se ha consolidado, es el momento ideal para determinar las indicaciones o técnicas terapéuticas específicas, o bien empezar un proceso de terapia psicosexual intensiva en que no sólo se abordan los problemas relacionados con la sexualidad, sino también las dinámicas de la pareja y las inseguridades y otros elementos psicológicos que están en el fondo de los conflictos con el deseo sexual.

Referencias bibliográficas:

  • Cabello-Santamaría, F. y Palacios, S. (2012). Actualización sobre el trastorno del deseo sexual hipoactivo femenino. Progresos de obstetricia y ginecología, 55(6): 289-295.
  • Carrobles, J. A. y Sanz, A. (1991). Terapia Sexual. Fundación Universidad-Empresa: Madrid.
  • De Dios Blanco, E., Duany Navarro, A. y Rojas Zuasnábar, L. (2016). Trastorno de deseo sexual hipoactivo femenino y masculino. Revista de sexología y sociedad, 22(2): 166-187.
  • De Dios Blanco, E., Pérez, N. y Aliocha Batista, MsC. (2011). Alcohol contra sexualidad. Aspectos biológicos y psicosociales en el consumo agudo, a largo plazo y prenatal. Hospital Psiquiátrico de la Habana, 8(1). Disponible en http://www.revistahph.sld.cu/hph0111/hph10111.html
  • López-Olmos, J. (2010). Trastorno del deseo sexual hipoactivo: comparación de 2 cuestionarios (breve perfil de la función sexual de la mujer y salud y disfunción sexual femenina en atención primaria) en 2 grupos de mujeres (ovariectomizadas e histerectomizadas y normales). Clínica e investigación en ginecología y obstetricia, 37(1): 14-26.
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